Al director francés Leos Carax, autor de Annette (2021) y Holy Motors (2012), no le gustan los focos ni extenderse en detalles sobre sus propias películas, pero su peculiar y cuidado estilo cinematográfico, que responde a íntimas emociones, sigue conectando con los jóvenes, que le recibieron en el Festival de Cine de Lima, que rindió homenaje a su carrera en su 27 edición.
“La gente va mucho menos al cine que cuando yo era niño, hay diversas plataformas o piratea, lo que está bien para mí, y también lee menos. Con lo que me sorprende que todavía haya jóvenes interesados en mis películas”, cuenta en una entrevista a EFE.
Pese a no gustarle hablar de su propio trabajo, el autor viajó a Lima para recibir el homenaje a sus 40 años de carrera en la que se acumulan películas que cruzan lo absurdo, con lo melancólico y versan sobre el amor, el paso del tiempo y retratos de la sociedad con una fuerte presencia musical.
“Mis películas viajan por el mundo y en el tiempo. Cuando viajo a Perú, a China, a la India o donde sea, el público se mantiene joven, lo que es importante para mí; sería muy deprimente si el público envejeciera conmigo, hay público de todas las edades pero mayormente gente joven”, dice.
Carax, nacido en Suresnes (Francia) en 1960, participó hace unos días en proyecciones y encuentros con seguidores y el público del Festival de Cine de Lima – PUCP, donde habló de su visión de creación de cine como un proceso movido por emociones y preguntas y alejado del orden y las formalidades.
PASIÓN POR CREAR
Cuando tenía 13 años, pidió a su madre llevar a su cuarto la televisión para ver una pelea de boxeo entre Mohamed Ali y Joe Frazier, que se transmitía de madrugada. Tuvo el aparato en su poder un par de días y fue ahí cuando vio Las damas del bosque de Boulogne (Robert Bresson, 1945) y por primera vez se preguntó qué tendría que existir algo más allá detrás de la pantalla.
“Debe haber alguien detrás de los actores, actrices y la historia. A partir de ahí vi películas con ese sentimiento de cómo se ha hecho, quién está detrás”, explica sobre el origen de su vocación.
Autor también de Pola X (1999) y Los amantes del Pont-Neuf (1991), se considera tímido y afortunado porque durante su carrera se ha rodeado de personas que han entendido su particular visión del cine.
“Es muy emocionante cuando sientes que tienes un proyecto que está empezando en tu cabeza porque comienza con casi nada, como un pequeño sentimiento y luego, después de un tiempo, si las cosas marchan, comienzan a ocurrir coincidencias, en tus pensamientos, en tus sueños, en tu vida, todo el tiempo, todo va dentro del proyecto y no puedes escapar”, relata.
Afirma que editar la película es para él como componer música, su otra gran pasión, que concibe como parte intrínseca de la creación del filme.
Y que en el proceso de generar el germen de una idea y cuando siente todas esas coincidencias, le viene a la memoria una canción de su infancia, o por casualidad está escuchando un álbum de David Bowie o del pianista soviético Dmitri Shostakóvich o una pieza violonchelo intensa, y ve una conexión que hace que esa música y el sentimiento del proyecto de película confluyan.
“La música crea la escena o la escena le lleva a la búsqueda de la música. La música no se añade a la escena”, señala, y de hecho su última película, Annette, protagonizada por Adam Driver y Marion Cotillard, surgió de los propios compositores de la misma, es decir existieron antes las canciones que la propia historia.
En cuanto a sus inspiraciones para crear, afirma que son contradictorias, y un día el mundo está en guerra y se pregunta cómo sería hacer una película bélica, y otros le surgen reflexiones íntimas sobre el vínculo con su hija, como plasma Annette.
“Me acuerdo que cuando era joven, en mi primera o segunda película fui a un festival y alguien me dijo, ‘me encantó tu película, había dos geniales este año la tuya y otra’, y yo odié esa otra. A la gente le puede encantar tu trabajo por muchas razones y puede odiar tu trabajo por muchas razones”, sostiene.
Habla con ilusión del ensayo a modo de película corta que ha hecho respondiendo a la pregunta que le ha hecho el museo francés Pompidou, “¿Dónde está Léos Cárax?”, un proyecto en el que ha editado por primera vez y que ha sido barata, libre y “sin presiones”, como el director prefiere.